A las puertas de celebrar otro 8-M y nuestra sociedad sigue con las mismas asignaturas pendientes que se repiten año tras año. La igualdad entre hombres y mujeres no es plena a pesar de que se ha incorporado a la tarea un flamante Ministerio de Igualdad que, más allá de proporcionar carísimas niñeras a la señora ministra, al resto de mortales que madrugamos cada mañana para salir de casa a ganarnos la vida no nos ha dado ni una pizca de impulso.
A la inmensa mayoría de mujeres
un ministerio o una declaración rimbombante nos importan bien poco. Las mujeres
defendemos que aquellas compañeras que asuman liderazgos lo hagan por méritos y
capacidad, no por cuotas reservadas. Las mujeres no queremos que se nos asigne
un porcentaje, no somos un gráfico de colores; lo que queremos es igualdad de
condiciones para acceder a los mismos puestos de responsabilidad que nuestros
compañeros. En definitiva, igualdad sin ministra y todos a todo color, pero
real.
No conozco a ninguna mujer
realizada si ocupa un espacio por la reserva de una cuota, al contrario,
aquellas que de verdad generan impacto en una sociedad con su pensamiento y
acciones son las que han llegado al lugar que desean después de ganárselo y en
igualdad de condiciones. No queremos sillas reservadas, queremos las mismas
oportunidades para hacer valer el talento y la preparación.
Tampoco queremos que otras
mujeres nos digan lo que hay que pensar. Demasiados años de reivindicaciones nos
ha costado quitarnos de encima la tutela de los hombres para tener que aceptar
ahora la de otras mujeres. Somos iguales a nuestros compañeros y eso es
imparable.